Publica El Economista de ayer un cuadro en el que recoge la capitalización bursátil de las principales empresas tecnológicas del mundo. Me llama la atención que Apple, en pérdidas en el 2001, ocupe ahora el séptimo lugar (sólo otro fabricante de ordenadores, IBM en cuarto lugar, le supera). Parece la victoria de la usabilidad, la imaginación y la creatividad por encima de la fuerza bruta del capital. Ni siquiera el mayor fabricante de PC de los llamados compatibles (con todo, menos con la usabilidad), Dell, llega a la mitad del valor bursátil de la empresa de la manzana.
La vuelta de Steve Jobs al frente de Apple y el lanzamiento del iPod primero, y del iPhone más tarde, junto con una gama de ordenadores de cuidado diseño y un sistema operativo que hereda las mejores virtudes del que empleaban los míticos ordenadores NeXT (el ordenador sobre el que Tim Berners-Lee y su equipo desarrollaron el concepto de la World Wide Web) ha dado nuevas alas a una compañía que estuvo al borde de la desaparición.
Descubrí por primera vez qué era un Macintosh en 1991, año en que inicié mi andadura profesional como delegado del diario La Verdad en el municipio alicantino de Elda. La redacción contaba con un Macintosh Classic y un primitivo módem. El sistema operativo residía en un diskette, el mismo en el que iba guardando las noticias. Los textos se enviaban cada tarde por el módem a la redacción central, en donde se maquetaban. Aprendí a manejarlo en un día: algo impensable si hubiera sido un PC en la época oscura del MS-DOS.
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